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Hace la fila del banco, saluda a la cajera y le lleva un chocolate; todos los meses es igual. En el banco ya la conocen, y todos la saludan. Luego de pagarse, acude a la farmacia para comprar los remedios, después de eso, pasa al supermercado y compra algunas cosas necesarias para el mes. Afuera del Supermercado están los taxistas que también la conocen, saben dónde vive y eso le produce seguridad y felicidad.
La señora Eulalia, tiene 75 años.Recibe su pensión todos los meses y para eso prepara y organiza ese día para que todo salga bien.
Pero, al decretarse la pandemia y la cuarentena, le dicen que todos sus trámites los debe hacer en línea.
La señora Eulalia, no entiende lo que es “en línea”. Se imagina colgada de un Canopy o a una mujer joven comiendo yogures y haciendo ejercicio. En línea.
Como quedan 15 días para cobrarse, se deja estar y espera hasta la fecha límite para preocuparse. De a poco el pánico se va apoderando de ella. Tiene un computador Olidata “de torre”, con esas pantallas gordas. Se sienta frente al computador y se encuentra con su primera barrera, prenderlo.
Luego de luchar un largo rato, logra prenderlo, pero después se da cuenta que tiene que conectarse a internet, sin embargo, no tiene internet en su casa, sólo tiene en su teléfono. Le pregunta a su nieto qué debe hacer y él le dice que debe “Compartirse Internet desde su teléfono”, sin ninguna otra explicación. La señora Eulalia rompe en llanto por la frustración, porque no conoce los términos, ni cómo funcionan las cosas en este nuevo mundo.
Lo único que ella sabe hacer en el teléfono es hablar por Whatsapp con sus hijos y nietos. No tiene Facebook, No tiene Instagram, No le interesa sacar fotos. Le interesa la telenovela, lo que dicen en el Matinal y lo que dicen en las Noticias. Cocina rico, porque es atrevida. Le ganó al cáncer hace dos años, pero quedó con algunas secuelas. Le gusta jugar a las cartas con los nietos, tomándose una cerveza. Camina más lentito y le cuesta subir las escaleras. Le duele el orgullo propio cuando tiene que aceptar que se cansa más rápido. No es prejuiciosa, disfruta la soledad porque es reflexiva, canta muy seguido tarareando mientras orina.
Las canciones tienen un significado más nostálgico para ella. A eso asocia la música, a momentos que vivió en su juventud y la hicieron feliz. Era el tiempo en donde era útil. ¡Qué buen sentimiento!. Hace tiempo que no se siente así.
Con los ojos llorosos decide salir de este problema. Junta determinación y las pocas fuerzas que le quedan para elaborar un plan que le permitirá hacer los trámites en línea.Pero primero, toma el teléfono y pide una pizza.
Un repartidor se baja con su casco, mascarilla, alcoholgel y el pedido. La señora Eulalia lo hace pasar y le ofrece un vaso de agua o un té. El joven repartidor, le acepta un té y la señora Eulalia se lo prepara en la cocina junto con un pan con palta y queso chanco Los Quilques.
- “No le ofrecí pizza”- dice Eulalia.
“Tranquila mami, que como todos los días” , le dice el joven repartidor mientras mira su teléfono y desliza la pantalla a la derecha y a la izquierda, arriba y abajo, con facilidad y soltura.
Luego que Eulalia viera al joven dominar tan bien su aparato, su corazón se acelera y tímidamente le pregunta:
- ¿Mijo, cómo se comparte internet?
El joven, agradecido por el pancito con palta y queso, más el tecito calientito, le enseña. Días después, la señora Eulalia crea su correo electrónico, su Clave Única, crea su clave del IPS, abre su cuenta Rut y se percata que no es necesario salir de casa para hacer los trámites.
Ahora, en vez de demorar 15 minutos buscando las monedas para pagar justo, se demora 10 pagando con la RedCompra.
Eulalia, no siente que es un cacho. Ya no siente esas miradas inquisidoras de los más jóvenes diciendo “que paja esta vieja culiá”. Muchas veces lo escuchó, pero, nunca dijo nada. Estaba ocupada contando las monedas.
La señora Eulalia quiere tejer, así que busca en Market Place quién vende lana. Resulta que una chiquilla de por ahí cerca las vende y se las lleva a la casa. Le gusta tejer, la relaja, mientras canta o tararea y orina.
Ya no ve tanto las noticias y los matinales. Ahora busca algo que a ella le interesa en el teléfono. Le pone mucha atención, porque les cree. Obvio, si están en una pantalla.
Sigue las instrucciones al pie de la letra para hacer nuevas recetas y nuevos diseños en sus creaciones. Le dan ganas de abrir una tiendita virtual.
La señora Eulalia decide poner una tienda virtual y comienza a buscar información en Google y en Youtube. También pregunta en su muro de Facebook, pero nadie le contesta. Tiene puros “Me divierte”. Pero a la señora Eulalia nada la detiene, porque ahora ella es una mujer que cree en ella y usa la tecnología a su favor.
Hoy en la mañana la Señora Eulalia se siente extraña, tiene al parecer una reacción alérgica, porque le cuesta respirar y mientras percibe los síntomas, se desploma y cae al suelo muy cansada. Le cuesta respirar cada vez más. Como puede, llama al SAPU desde el suelo.
La señora Eulalia, fue contagiada de COVID-19, por el joven repartidor.
El repartidor no sabe que está contagiado, pues es asintomático. Al sacarse la mascarilla para comer, se limpió la comisura de los labios con los dedos con los que luego tomó el teléfono para enseñarle a Eulalia a compartir internet.
Pasando tres días, la señora Eulalia, fallece.
Sus nietos no tardaron en hacer los trámites para quedarse con la casa. Ahora, en la morada de la difunta Eulalia, vive su hija con sus nietos. Pusieron internet VTR banda ancha, dándoles un descuento considerable por ser clientes antiguos.
Día tras día, el espíritu de la señora Eulalia se pasea por la casa para comunicarse con su hija y nietos prendiendo y apagando el módem. Todos dicen: “Internet culiao, vale callampa” con mucho enojo. La señora Eulalia sonríe.
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