Me es complicado hablar de un juego como The Last of Us. Principalmente, porque su primera entrega, para mí no es perfecta. Es una entrega llena de altos y bajos, tanto en gameplay como en su aspecto argumental que, de alguna forma, logra de un modo mucho más prolijo que otras contrapartes del medio, una unión compatible entre su argumento base, y la motivación de sus personajes al momento de enfundar un arma, y avanzar en bloques de matanza.
Es un juego que sacrifica a ratos tus momentos apretando botones, por aquellos momentos en que dejas el mando de lado y te rindes a sus cinemáticas, cuidadas y reales, siendo justamente esto, la razón por la que paradójicamente, se volvió mi título favorito, destronando muchas otras sagas “maduras” que se habían vuelto mi estandarte al momento de hablar de videojuegos. The Last of Us es lo que siempre busque en juegos de aventura y de terror, y que ahora entiendo, no debí haber hecho: Es un conflicto humano llevado al horror, tanto físico en sus letales criaturas, como emocional en un mundo que explota y explora lo peor de nosotros, y no amerita comparación alguna.
Para mí, el viaje de Joel con Ellie es en tantos sentidos, un viaje de crecimiento personal, donde avanzo y me vinculo a través de un joystick con el lado más sensible de mí ser, y los cuestionamientos más abstractos que he dado a mi formación moral y valórica a raíz de un videojuego. Fue un recorrido de cerca de 15 horas, pero que finalmente, terminó siendo una experiencia de 6 años (y contando), que constantemente me recuerda que habiendo alzado de tal forma la vara en la industria del videojuego, no puedo justificar absurdos como lo es la trama de varios “greatest hits” que se perfilan como experiencias profundas y oscuras, en la excusa de contener desnudos y gore. Culpo a este juego completamente por desarrollar una actitud mucho más crítica y dura en el análisis de juegos que tal vez, nunca pretendieron ser más que un par de horas de Gameplay Ingenioso, y estéticamente atractivo… Y con ello en mente, aquí estoy destrozado frente a los créditos de The Last of Us Parte II, con el corazón roto y mis ganas de volver a fumar.
Comencemos: TLOU2 es, al igual que su predecesor, un shooter en tercera persona, que juega entre la acción y la supervivencia, haciendo gala de muchos aprendizajes que su hermano mayor, Uncharted, había dejado sobre el tablero.
Sus escenarios son inmensos, y jamás se vuelve tediosos de explorar. Muchas veces encontraremos más de un camino para llegar a un lugar, y cada uno de ellos se sentirá tan natural e intuitivo, que dudaremos si acaso había algún otro sendero. La dificultad de esta aventura, dependerá completamente de ti, ya que además de los clásicos modos principales que se disponen desde un inicio, podremos personalizar en singular, cada una de las dinámicas que queramos restar, o sumar, haciendo de esta historia de venganza, única para cada uno, y no les voy a mentir: Comentar con tus amigos como pasaron tal o cual parte, es una dicha que se agradece. Los enemigos ya serían cosa de otro review, ya que sin caer en spoilers, les antepongo que los infectados nunca habían sido tan temibles, y el enfrentamiento entre diversas facciones que libran una guerra ideológica y territorial, nos recuerda que el mundo de nuestros personajes no es fácil, y por el contrario, es letal en cada aspecto. TLOU2 aún no dispone de un modo online como lo tuvo por muchos años su primera entrega, tanto en su versión de PS3 como en PS4, y ya dejando de lado lo técnico, vamos a sumergirnos un poco más en lo que oculta este iceberg.
El juego es frío, honesto y brutal. No hubo un solo momento en que lo pasara bien (y esto, aunque no lo crean, es lo que busco en este tipo de juegos), por el contrario, fue un juego de pesar emocional, de rabia, de frustración e impotencia, que cierra un mundo en que nadie querría vivir, y la esperanza es incluso más escasa que conseguir víveres. A ratos no quería matar más personas, quería soltar el control y llorar, o abrazar al protagonista que tenía en frente. Quería dejar todo atrás y volver a acariciar jirafas, o cabalgar una pradera frente al atardecer, como en modo de catarsis, ya me lo había permitido el mundo que Neil Drunkman construyo con tanto sentimiento, mientras sabía de igual forma, que esos momentos no volverían jamás, o no de la misma forma. Bien jugado ahí, hacerte gastar gustosamente 50 lks para pasarla como el forro. Esta catarsis, en forma de luto no resuelto, intenta responder a la pregunta que me han hecho varios, de si “me gustó el juego”, y que hoy en día, se refleja en el escrito que tienen en frente: Falló mucho en su narrativa, de formas que el primero nunca atisbó siquiera, y por favor no esperen que me centre en el debate de la inclusión, porque he leído los diálogos más deplorables e intolerantes con respecto a ese tema, y sobre todo, porque el juego es perfectamente criticable por muchas falencias, y ninguna de ellas va por ahí.
El equipo de Naughty Dog se encarga de poner en duda todo lo que sabíamos o entendíamos de aquella aventura de amor y redención, y toman un osado rumbo, que nos indica desde sus primeros minutos, que no podemos fiarnos de nada ni nadie, y precisamente, por ahí van aquellos errores que tal vez, algunos no puedan perdonar. Van por no saber parar cuando es el momento indicado de desenfundar recursos cruciales para el storytelling. Van por desaprovechar ideas narrativas novedosas y potentes, que bien hubiesen funcionado de manera soberbia en una totalmente nueva aventura, más que para anclarlas a la fuerza, a una continuación que en mis ojos, no debía ser. The Last of Us Parte II es el juego más hermoso que verán en PS4, de eso no hay duda, con unos gráficos infinitamente disfrutables, una calidad sonora simplemente soberbia, y Gustavo Santaolalla luciéndose nuevamente en composición, esta vez, con la certera ayuda de Mac Quayle, recordándonos que la vida sin música no es vida, y unas actuaciones que ponen en jaque a varios blockbusters del cine actual…
Una jugabilidad perfeccionada hasta decir basta en comparación a su primera entrega, situaciones que fácilmente te podrían detener el corazón, pero por sobre todo, la amargura recurrente de que estas jugando algo que no debería ser. Lo jugaría de nuevo, y mil veces más, Pero jamás será aquella aventura que me enamoró, y terminó. Como la vida misma supongo.
Review por Leon S. Ibacache
COMMENTS